El papel de la IA en las aulas: oportunidades y desafíos.

En la aparente calma del panorama educativo, la incorporación de la inteligencia artificial (IA) viene desencadenando una ola sin precedentes de innovación y reflexión ética.

  

¿Poderosa herramienta para universalizar la educación o instrumento que resalta las desigualdades? ¿Exponencial crecimiento que mejora los aprendizajes o amenaza para la ética, privacidad o seguridad? 

Este avance tecnológico ingresó sin siquiera pedir permiso a las aulas en casi todo el mundo, transformando la experiencia de enseñanza y aprendizaje de maneras sorprendentes, pero también presenta desafíos y dilemas éticos que requieren atención urgente. 

Uno de los aspectos más atractivos de la inteligencia artificial en la enseñanza es su capacidad para personalizar el aprendizaje. 

Plataformas como Duolingo, utilizan algoritmos de inteligencia artificial para ajustar el contenido y la dificultad del curso en función del progreso de cada estudiante y de sus necesidades individuales, reforzando sus puntos débiles y avanzando en las áreas en las que muestra mayor habilidad. Esta personalización no solo mejora la eficacia del aprendizaje, sino que también promueve la motivación y la participación activa de los estudiantes.

Además, la IA puede facilitar la retroalimentación inmediata y personalizada a través de herramientas como Sown to Grow, ya que esta plataforma utiliza algoritmos de inteligencia artificial para analizar el desempeño de los estudiantes y brindar comentarios específicos, ayudándolos a identificar áreas de mejora y establecer objetivos alcanzables.

Por otro lado, también se plantean grandes preocupaciones éticas al respecto de la integración de la inteligencia artificial en la enseñanza. El algoritmo bias es un tema gravísimo que amenaza con perpetuar y amplificar la desigualdad preexistente en los sistemas educativos. Barocas y Crawford escriben acerca de cómo los algoritmos de IA reflejan y amplifican los prejuicios socioculturales de sus creadores, lo que resulta en una toma de decisiones parcial y discriminatoria. La privacidad y seguridad de los datos de los estudiantes son otra preocupación fundamental.

También es cierto que las plataformas educativas impulsadas por IA recopilan grandes cantidades de información personal y de comportamiento, que puede utilizarse con fines no deseados o versos comprometidos por ataques cibernéticos. Autores como Dana Boyd y Kate Crawford llaman la atención sobre los riesgos de la “vigilancia algorítmica” y la necesidad de políticas claras de protección de datos para proteger la privacidad de los estudiantes.

A modo de cierre, puedo decir que, los avances en inteligencia artificial en la enseñanza ofrecen oportunidades interesantes para mejorar la calidad y accesibilidad de la educación, pero también plantean desafíos éticos que no pueden subestimarse.

Es fundamental desarrollar competencias digitales en docentes y alumnos para que comprendan los contextos del desarrollo tecnológico y sus múltiples riesgos, generando un enfoque equilibrado, maximizando los beneficios de la IA y al mismo tiempo protegiendo  los derechos y la dignidad de todos.



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