Imaginá que estás a bordo de un viejo barco de vela, surcando aguas oscuras bajo un cielo de estrellas. El mar es agitado, las olas golpean el casco y el viento gime desaforado entre los mástiles.
Al timón hay muchas manos: cada pasajero puede opinar, cada voz se escucha, cada corazonada de libertad quiere hacerse camino. Pero ninguno de esos que deciden que hacer con la embarcación, es realmente un navegante experimentado.
¿Qué harías?
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